El Alto Imperio Romano (27 a.C.-284 d.C.) es un
periodo que comprende desde el momento en que, ayudado por los éxitos militares
de Agripa, Octavio recibió el título de Augusto (27 a.C.), hasta la llegada al
poder de Diocleciano (284 a.C.). A medida que el ejército se hizo profesional
el Estado comenzó a proporcionar ropa, armadura y armas a las tropas, motivo
por el que los legionarios gozaron de un variado y completo equipamiento
compuesto de una serie de elementos
El
vestido habitual romano siguió siendo una versión de la túnica civil hasta
comienzos del siglo III d.C. Esta túnica militar era un poco más larga que la utilizada
por los civiles, llegando hasta la mitad de las pantorrillas. Pero lo habitual
era ajustarla con un cinturón, por lo que colgaba por encima de las rodillas.
Algunas túnicas tenían mangas, normalmente bastante cortas. Es probable que los
soldados poseyeran varias túnicas con distintas funciones. Los
soldados comunes empleaban dos modelos básicos de capa. La principal era el sagum,
que era de mayor calidad y la solían vestir los oficiales importantes, y la
secundaria era la paenula.
Las túnicas requerían un cinturón, el cual era
un símbolo importante para marcar la identidad del soldado en cuestión. A
principios del siglo I d.C. se utilizaban dos cinturones que se llevaban
cruzados: uno para colgar una espada y otro para colgar una daga. Pero a
finales del siglo I d.C. la moda cambió y se comenzó a llevar un cinturón más
ancho del que colgaban tanto la espada como la daga. Además, durante los siglos
I y II d.C. el cinturón solía llevar un delantal sujeto al frente.
Otro elemento importante del equipamiento del
legionario eran las botas. Las plantas de las botas militares (caligae)
tenían acopladas unas pesadas tapas metálicas. Aunque la apariencia abierta de
las caligae
hace que se parezcan a unas sandalias, su elaboración era bastante más robusta,
pues se construían en tres partes y las correas se podían ajustar y apretar a
voluntad. Estas botas eran utilizadas normalmente con calcetines. A partir del
siglo II d.C. comenzaron a generalizarse otros tipos de calzados más cerrados.
También cabe destacar que bajo las túnicas se
utilizaban calzones, y sobre todo entre la caballería, pantalones largos así
como calcetines y diversos tipos de medias. Tampoco debemos de olvidar que la
indumentaria se adaptaba a las condiciones climáticas de cada zona. La moda
cambió a partir del siglo II d.C., momento en el que la túnica de manga larga
se generalizó definitivamente. Además, era común que las mangas se ajustaran a
las muñecas así como que los pantalones pasaron a ser ajustados.
Muchas veces se asume que todos los soldados vestían túnicas del mismo
color. Pero es posible que emplearan varios colores y variadas túnicas para
diversas clases de vestimenta dependiendo de la situación. Con esto, se sabe
que los soldados vistieron túnicas blancas o casi blancas, pero también rojas,
aunque de menor calidad. Las túnicas sin teñir también estuvieron a la orden
del día entre la población civil (blanco, gris o marrón claro). Las capas solían
ser de un color pardo apagado, casi amarillo.
Por su parte, los yelmos también fueron una parte importante del
equipamiento legionario. De esta forma, en el último siglo de la República los
yelmos más utilizados eran los derivados de modelos originales gálicos. En un
principio, el más común fue el montefortino, que con el tiempo
aumentó el tamaño de la protección de la nuca. El yelmo montefortino se vio sustituido progresivamente por el yelmo coolus
en el siglo I a.C., el cual incorporó un refuerzo en la mitad frontal del yelmo
poco tiempo después. Ambos modelos contaban con protecciones más anchas en los
laterales de la cara.
Con el tiempo, las protecciones de la nunca dejaron de proyectarse hacia el
exterior y se elaboraron más bajas y anchas, mientras que se comenzó a proteger
los hombros. Hasta el siglo III d.C. los yelmos de la infantería no contaron
con una protección en la cara y los oídos. Además, varias filas de estrías
reforzaban la parte trasera del casco. El principal objetivo era la protección
de la parte superior de la cabeza.
Nos encontramos con dos tipos básicos de manufactura a la hora de elaborar
los yelmos: la forja, que implicaba
la bastida del metal sobre un molde hasta conseguir el aspecto deseado; y el torno, donde la forma se alcanzaba mediante
un molde que daba vueltas. Pero debemos de tener en cuenta que el metal de los yelmos torneados era menos resistente
que el de los yelmos forjados.
Los centuriones se diferenciaban de los demás soldados por usar una amplia
cresta transversal en su yelmo. Por su parte, los portaestandartes vestían pieles de animales sobre sus yelmos, al
igual que determinadas unidades auxiliares. En tiempos de César era común que
los soldados montasen crestas o plumas en sus cascos durante la batalla.
Todos los yelmos contaban con forros internos que garantizaban un ajuste y
acolchado más óptimo, que garantizaba una mejor amortiguación de los golpes que
pudieran recibir, pues era vital que el soldado no se viera aturdido o herido
al recibir un golpe.
Con el transcurso de los años, los diseños de los cascos y yelmos fueron
cambiando. Así, en las primeras décadas del siglo II d.C., aunque siguieron
usándose algunos cascos del modelo imperial, se generalizó un nuevo tipo de
yelmo de infantería, cuyo diseño estaba basado en los yelmos de la caballería.
Este nuevo diseño contaba con protección para las orejas, las cuales quedaban
cubiertas casi al completo, y la protección de la nuca tendió a caer hacia
abajo. De esta forma, los cascos más comunes fueron el de tipo cresta o
intercisa o los spangenhelme, que serían utilizados mayormente por soldados
rasos, debido a su bajo coste.
La armadura corporal fue otro de los elementos vitales del equipamiento de
los soldados. Existían diversos tipos, que iban de las más sencillas y baratas
a las más complejas y caras. De esta forma, la gran mayoría de los soldados del
siglo I a.C. se equiparon con la cota de malla (lorica hamata). Esta se
componía de diversos anillos enlazados que proporcionaban una gran protección
al soldado. Estos anillos podían estar elaborados con alguna aleación de cobre,
aunque lo normal era que se fabricaran en hierro. Cada anillo estaba unido a
otros cuatro mediante remachado o soldado. Era común que estuviesen dobladas
sobre los hombros y que llegasen hasta las caderas. Estas mallas eran flexibles
y se adaptaban de forma ajustada al cuerpo de cada soldado. Su peso era de unos
10-15 kilos aproximadamente. Pero aunque proporcionaban una buena protección,
podían ser penetradas por un fuerte ataque o por una flecha lanzada desde corta
distancia.
Otro tipo de armadura corporal fue la armadura de escamas, la lorica
squamata. Esta era utilizada normalmente por los legionarios. Al
contrario que la malla, la cual era fácil de mantener y reparar, la armadura de
escamas sufría daños con más facilidad. Las escamas solían ser de una aleación
de cobre o de hierro, y el tamaño de cada escama era distinto en cada armadura.
Las escamas se unían en filas mediante alambres y cosiéndose a una tela de
fondo. Eran bastante finas y la superficie lisa y pulida que formaba la
armadura ayudaba a deslizar los golpes recibidos.
Fig. 1. Armadura de placas [lorica] |
Por último, nos encontramos con la armadura de placas (lorica), que es el tipo
de armadura que comúnmente se asocia a los romanos. Pero su uso se hizo menos
frecuente a partir del siglo III d.C., y finalmente el modelo fue abandonado. La
armadura estaba formada por una serie de placas de hierro articuladas mediantes
bandas de cuero situadas por debajo. La protección de los hombros era
especialmente poderosa. Desviaba o contenía la mayor parte de los ataques con
flechas y lanzas. Su peso aproximativo era de unos 9 kilogramos, pero su forma
era menos cómoda. Además, su elaboración requería una gran habilidad técnica en
el proceso de manufactura.
Todos los tipos de armadura exigían vestir algún tipo de prenda acolchada
por encima de la túnica, el llamado subaemalis. En ocasiones también se
utilizaba una prenda impermeable de cuero que se podía vestir o bien entre el thoramachus
y la coraza o bien por encima de la armadura.
Otro de los elementos defensivos vitales en el equipamiento de un
legionario romano era el escudo, conocido como scutum. Este sufrió pocas
transformaciones entre mediados de la etapa republicana y principios del siglo
III d.C. era un escudo largo que cubría todo el cuerpo, de forma semicilíndrica
y construido en madera. Antes de la reforma de Mario lo legionarios transportaban
un escudo ovalado, con sus extremos y sus lados curvos.
Fig. 2. Scutum |
Pero esto fue cambiando progresivamente y a principios del siglo I d.C. la
mayoría de legionarios empleaban escudos rectangulares. Estos eran un poco más
cortos y con una anchura similar a los anteriores. La mayor parte tenían
extremos planos, con lados curvos o rectos, y con un grosor de unos 5
centímetros. En el medio del escudo había un espacio rectangular destinado a
alojar el umbo del escudo. Además, el envés del escudo se reforzaba con un marco
de tiras de maderas encoladas o sujetas con clavijas. La banda para el agarre
se colocaba en sentido horizontal. Tanto la parte frontal como la parte de
atrás estaban cubiertas de una fina capa de cuero. La cubierta solía ser de
bronce, y el escudo se protegía de las inclemencias del tiempo mediante fundas
elaboradas con cuero. El frontal del escudo se decoraba con las insignias de
cada unidad.
Pero los soldados de finales del siglo I y principios del siglo II d.C. se
vieron en la necesidad de aumentar su protección. Por esto, al escudo, el yelmo y la coraza se
unieron las grebas para proteger las
piernas y protecciones de brazo o brazaletes en sus antebrazos derechos, que se formaban con
segmentos metálicos con un arnés de cuero como sostén.
Las armas ofensivas formaban otro punto vital en el equipamiento de los
soldados. En primer lugar, nos encontramos con el pilum o lanza arrojadiza, que fue utilizado por
la mayoría de los legionarios hasta que su uso decayó en el siglo III d.C. su
diseño no sufrió muchas variaciones desde la época republicana. Existían dos
sistemas para enmangar la cabeza de hierro en la vara de madera. Algunas
cabezas terminaban en un casquillo. La mayoría contaban con una ancha espiga
rectangular que se encajaba en una acanaladura en la madera y era finalmente
sujetada con dos remaches. El alcance efectivo de un pilum era de unos 15
metros. El arma estaba pensada para matar o herir, atravesando el escudo y la
armadura del enemigo.
Los soldados también disponían de diferentes lanzas y jabalinas, que no
requerían excesivos entrenamientos. Su tamaño y forma son muy variables. Las
utilizadas en el combate cuerpo a cuerpo podían medir hasta no más de tres
metros, mientras que las utilizadas como armas arrojadizas eran de menor
tamaño, aproximadamente de algo más de un metro.
Fig. 3. Gladius |
Otra arma destacable fue el gladius. A principios del siglo I
a.C. el tipo de espada dominante era el maguncia, el cual su hoja se
estrechaba ligeramente en el centro, con una punta muy larga. Su longitud era
de entre 40 y 55 centímetros en la parte superior y entre 48 y 60 milímetros
antes de la punta. El mango de hueso se modelaba con diversas formas y estaba
protegido por una guarda y un pomo de madera, el cual servía también de
contrapeso. Este arma se destinaba a ataques frontales, pinchando o clavando su
larga punta para atravesar la armadura del enemigo. También era eficaz como
arma cortante. Pero a lo largo del siglo I d.C. el modelo maguncia se
sustituye por el modelo pompeyano,
que era un arma de hoja recta con una punta mucho más corta, ya que las hojas
medían entre 42 y 50 centímetros. Era un arma de gran equilibrio y efectividad
que se podía utilizar tanto para cortar como para clavar. Todos los tipos de gladius
se llevaban sobre la cadera derecha, excepto los centuriones y otros oficiales
importantes que llevaban sus espadas en el lado izquierdo.
También se utilizaba el pugio, que era una daga corta con
una longitud entre 25 y 35 centímetros. Sus fundas estaban casi siempre
decoradas con suntuosidad y se llevaban en el lado opuesto de la espada. Su
utilización fue decayendo desde su mayor apogeo durante la mayor parte del Principado
hasta ser menos comunes en el siglo II d.C.
Además de todo este completo equipamiento, el ejército romano poseía toda
una serie de estandartes. El águila (Aquila) era uno de ellos. Mario
otorgó a cada legión un águila de plata, pero durante el Principado el alto del
estandarte era de oro o bañado en oro, siendo un objeto de amplia reverencia.
Poseía una decoración simple, incluso el mástil era prácticamente desnudo.
Otro de los principales estandartes fue el signum (pl. signa), donde cada centuria siguió
teniendo un portaestandarte (signifer). Los signa estaban coronados
por una punta de lanza ornamental o una mano alzada. Sus astas eran decoradas
con cruces, guirnaldas y entre dos y seis grandes discos.
Las diferentes unidades de la armada también llevaban un cierto número de
banderas, el vexillum (pl. vesilla).
Tradicionalmente, una bandera o vexillum, normalmente roja, marcaba
la posición del comandante en el campo de batalla. Las banderas romanas se
colgaban de una barra cruzada en lo alto del mástil principal. Además, todas
las unidades llevaban una serie de imágenes del emperador y su familia cercana,
montados en mástiles y guardados junto con los estandartes, las conocidas como imagines.
A principios del siglo II d.C. surgió un tipo nuevo de estandarte utilizado
por algunas unidades de caballería para los delfines, el conocido como draco.
Este era una cabeza de animal en bronce con la boca abierta. En su cuello se
colocaba un tubo de colores relleno que al moverse producía un sonoro sonido
silbante.
Pero el equipamiento de los soldados romanos no se resumía tan solo en
elementos militares, pues sabemos que los legionarios que se encontraban
inmersos en una campaña tenían que cargar con otro tipo de materiales además de
sus armas y armaduras como sus comidas, herramientas y posesiones personales.
La piqueta romana o dolabra era una herramienta utilizada para hendir la tierra
para socavar un muro enemigo. Las estacas de empalizada se tratan de dos
estacas que cada soldado debía transportar y colocar en lo alto del parapeto de
tierra para formar una empalizada. Además, los soldados implicados en proyectos
especializados debían transportar algunas curiosas herramientas, como por
ejemplo un instrumento topográfico romano o groma.
En definitiva, como hemos podido observar el equipamiento de los
legionarios del Alto Imperio Romano fue muy variado y completo compuesto de una
serie de variados elementos (ropa, armadura, armas, estandartes,
herramientas…), que convirtieron a los legionarios romanos en un preparado y
peligroso cuerpo militar.
JOSÉ LUIS AZORÍN NAVARRO
Bibliografía:
GOLDSWORTHY, A.; El ejército romano, Madrid, Akal, 2005.
GOLDSWORTHY, A; Grandes generales del ejército romano: campañas, estrategias y tácticas, Barcelona, Ariel, 2005.
Imágenes:
Imagen
principal: http://historiaoleyenda.com
Fig.3: http://www.wikiwand.com
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